Hablar de nuestro “Señor de Señores”, uno de los Cristos más importantes desde la época de la evangelización, es conectar inmediatamente a un gran sentimiento llamado amor, es conectar directamente con nuestra fe, con nuestras oraciones, es conectar con nuestro presente, con nuestra historia y reconocer que, en él, está representado de manera majestuosa … el amor de Dios Padre, por la humanidad.
Un pueblo y una hermosa historia que narran un nuevo inicio, el de la evangelización, una historia que nos narra el nuevo inicio de la doctrina católica, una nueva vida, la vida cristiana. Esta gran tarea de transformación y cambio, llego a nuestras tierras Huandacarences por Fray Francisco de Villafuerte, el gran fraile, que recorrió en todo nuestro estado grandes leguas de distancia para evangelizar cada rincón con la palabra de Dios.
En las memorias de nuestra historia, recordamos que transcurrían los años de 1551, cierto viernes del mes de marzo, cuando después de ser evangelizada tiempo atrás, la hermana población de Cuitzeo, llegó en su encomienda, el fraile Francisco, de la orden de los Agustinos, con un Cristo de tamaño natural que descansó bajo la sombra del gran ahuehuete, testigo fiel de un portentoso milagro, así llegó la palabra de Dios Padre encarnada en el verbo divino… El Cristo había elegido a su pueblo…
Fray Francisco se hizo acompañar de nativos de la hermana comunidad del Porvenir y llegados en nuestra tierra, comenzó a llamar a los nativos de nuestro pueblo, usando un teponaxtle y una chirimía, comenzó a predicar hablándoles en su propia lengua, pues el fraile la había aprendido ya, en la población de Tiripetio y otros tantos lugares más que ya había evangelizado; el fraile, poco a poco se vio rodeado de cientos de purépechas y volteando a ver la sagrada imagen que apacible descansaba bajo la sombra del gran árbol, continuaba su predicación con palabras inspiradas en el verdadero amor del único Dios.
Ese lugar de reunión, tendría un gran cambio, ya no sería más utilizado para rituales sangrientos, ese viernes del mes de marzo, seria testigo de una gran transformación de amor, de fe, de la existencia del Dios verdadero, de un Dios de amor… ¡el momento había llegado!
Entonces el Fraile acercándose al Cristo de la tierna mirada, le pidió que les demostrara su poder a los nativos, a los adoradores del dios del fuego Curicaveri, no sin antes pedirles que trajeran sus ídolos de piedra y los colocaran frente al Cristo, para que fueran igualmente testigos del poder de Dios… entonces lleno de fe, el fraile se postro ante el Cristo y la tierra comenzó a cimbrarse, a crujir, a temblar, la tierra comenzó a agrietarse, a moverse, a partirse, cayendo poco a poco los ídolos de piedra de los purépechas y llenos de asombro veían como sus ídolos llegaban hasta el fondo, después todo regreso a la calma, entre oraciones el fraile agradecía a nuestro SEÑOR DEL AMPARO el gran milagro que había realizado, y los nativos purépechas se dieron cuenta que ante el Dios verdadero, sus dioses no tenían poder alguno… y ahí en el terreno que contenía al gran ahuehuete quedaron sepultados los ídolos de piedra… los falsos ídolos habían regresado a las entrañas de la tierra, con su creador.
Todos los nativos y visitantes sabían que el amor de Dios estaba presente, porque en ese gran milagro estaba presente Dios Padre, Dios hijo y Dios espíritu santo, que, con su gran bondad, amor y poder, marcaban el inicio de una nueva historia en un pueblo que con gran amor venera al Señor de Señores, Al Cristo de tierna mirada… nuestro amado y siempre querido: Señor del Amparo.
No conformes los nativos con el retemblar de las entrañas, vieron como el enorme árbol, al terminar el terremoto, se inclinó ante las plantas del Cristo para besar sus plantas y volvía a erguirse…
¡Que entrañable momento vivido por nuestros ancestros hace cientos de años… hace 471 años de ese gran milagro de transformación!
Nada ocurre antes ni después, pues los tiempos de Dios son perfectos, hoy nos vemos bendecidos por un Cristo que se mantuvo en resguardo… un Cristo que viajo grandes distancias y recorrió incontables leguas, un Cristo que tenía la misión de la transformación de un pueblo, de su pueblo querido Huandacareo. Desde aquel viernes comenzó la historia de fe, de amor, dejando cimentadas las nuevas creencias, la fe católica, el trazado de calles, las nuevas enseñanzas… porque cuando amas de verdad, mueves tierras enteras por brindar cobijo y protección a tus seres queridos.
La historia de éste gran Cristo en agonía, es única, nuestra tierra tiene la bendición y presencia de un Cristo que nos muestra a Dios hijo en trance de muerte, con su cabeza reclinada en dirección al pecho, nos muestra la ternura desfallecida del Dios hombre y del Dios hijo al momento de entregar el alma al creador, un Cristo de dimensiones naturales con una triste mirada que ennoblece, que transforma, que está llena de amor, que transforma todo pecado en perdón, un Cristo inspirado en las técnicas de elaboración de las escuelas Sevillanas de escultura y con terminaciones clásicas de los pueblos Michoacanos, en él encontramos el amor que abraza, un Cristo que ha sido el gran defensor de su pueblo elegido, un Cristo con un gran bálsamo de paz y amor, que trasciende fronteras, que toca los corazones a la distancia, que nos protege del peligro, un Cristo que nos muestra la predicación del evangelio, que se encamina a buscar la oveja perdida, que abraza a los humildes y bendice cada alma y cada hogar y que en su infinita misericordia te ofrece el perdón y el amor que transforma y sana las heridas.
Hoy viernes del mes de marzo, inicio de cuaresma, se cumplen 471 años de bendiciones, con nuestro Cristo de tierna mirada, con nuestro SEÑOR DEL AMPARO, de éste amor infinito que nos hace derramar lágrimas de fe y agradecimiento, de éste amor que llega al alma y que hace mostrar lo más sublime de cada persona. Centurias enteras de estar protegidos y bendecidos con un Cristo que nos ayuda en toda difícil situación, gracias infinitas a nuestro fiel protector, gracias de amor por haber elegido esta tierra, que hoy sabe y reconoce el gran compromiso que tiene por cuidarlo, por protegerlo, por amarlo, así como tantas y tantas veces él, nos ha demostrado su amor.
El amor de nuestro Cristo llega y transforma… y Huandacareo está agradecido por su protección y auxilio, por proteger y amparar en cada momento difícil, GRACIAS SEÑOR DEL AMPARO por tu inigualable amor y por tus bendiciones… aquí con el pecho henchido de sentimientos y amor, te saluda tu pueblo querido, quien te implora con toda su alma que otra vez lo defiendas del mal… y con inigualable amor te dice.
© 2022 El Señor del Amparo Parroquia. Todos los derechos reservados.
Comentarios recientes